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domingo, 4 de agosto de 2019

Milonga en contestación


Milonga en contestación de Humberto Costantini

Podría titularse también "Contrapunto"
Borges había publicado una milonga donde decía:
se acabaron los valientes
y no han dejado semilla
.........................................
¿Dónde están los que morían
en otras revoluciones?
Humberto Costantini le respondió con una miloga. "Milonga en contestación"

Desvergüenza ha de tener
esta guitarra modesta
que a una milonga lujosa
se atreve a darle respuesta.

Pero no es bueno el silencio
cuando el silencio consiente
que se humille en el olvido
a más de un hombre valiente.

Déjeme entonces que trate
de remediar su descuido,
pues sé un poco de esos hombres,
y hasta alguno he conocido.

Porque existen, creamé,
varones de vista y menta
que en lejanos andurriales
entregan sus osamentas.

Para empezar nombro a uno
como pa encender su fe;
murió en tierras de Bolivia,
y lo apodaban el Che.

Tantas veces lo he pensado,
y hoy se lo digo en la cara:
Borges, era su destino
cantarle a Ernesto Guevara.

Mucho más para su temple
el fulgor de sus hazañas
que las turbias compadradas
de Chiclana o de Muraña.

Pero dejemos cuestiones
que es tarde pa componer,
y que siga esta milonga
entre el querer y el poder.

Poder contarle quisiera
de un hombre de los cabales;
en Nicaragua pelió,
y se llamaba Morales.

Murió peleando a lo tigre
en una brava patriada;
mandó salir a sus hombres,
y él cubrió la retirada.

La cosa fue de hacha y tiza,
según la gente comenta,
sólo y su alma se enfrentó
con más de ciento cincuenta.

Otro más pa su memoria
que bordó una historia hermosa
cuando allé en el Paraguay
se cargó al Tacho Somoza.

Vio venir al dictador,
y se le plantó sin asco;
su apellido era Izurzún
y lo llamaban El Vasco.

Hay muchos más, pero alcanzan
para cerrar la canilla
esa de que no hay valientes
y no han dejado semilla.

Ya ve Borges que ahí están,
y ahí están sus corazones,
y aún hay valientes que mueren
en otras revoluciones.

2 comentarios:

  1. Ayer volví a encontrarme con mi maestro Humberto Costantini en un libro: Conversaciones con Juan Gelman.

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