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lunes, 27 de noviembre de 2017

El eco de la gente

La proximidad o la lejanía entre los seres humanos siempre son relativas. Sobre todo desde que aprendimos a grabar signos para expresarnos. Esto lo vemos muy claro cuando ejercemos el oficio de la comunicación. Al comienzo de nuestro camino, queremos tener la respuesta inmediata de quienes ven nuestros trabajos. ¿Cómo saber si lo que hice está bien, es bueno, se entendió lo que dije, sirvió de beneficio para alguien si no hay una respuesta concreta de esa figura que está del otro lado alzando la mano y diciendo lo que siente?

 

Con los años —muchos, en verdad— dejé de hacerme esas preguntas, porque la respuesta es mucho más sencilla de lo que antes había imaginado. Siempre hay del otro lado uno, dos o un número casi infinito de seres a los que el mensaje les llegó a pesar de que no escuchemos su voz: son todos aquellos que vibran en una frecuencia similar a la nuestra. Ellos también tienen dentro de  sí las mismas preguntas y las mismas escasas respuestas. Nosotros somos ellos y ellos están hechos de la misma materia que uno. El amor y el cariño, la desdicha, la pasión o el naufragio de los sentimientos están en cada uno de los que componen este archipiélago emocional. Nos reconocemos sin vernos, nos unimos sin estar cerca, soñamos todos con el mismo mundo.

 

Y en esa amalgama de sentires, la proximidad o la lejanía son sustantivos casi inexistentes.

 

Julio Parissi

 

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